LA PLUMA:
¡Pluma: cuando considero
Los agravios y mercedes,
el mal y bien que tú puedes
causar en el mundo entero;
que un rasgo tuyo severo
puede matar a un tirano,
y que otro, torpe o liviano,
manchar puede un alma pura,
Me estremezco de pavura
al alargarte la mano!
Adelardo López de Ayala
Mi corazón llora. Mi corazón ahora, está desbordado. Y yo anegada. Llena de charcos. Tanto es así que mis heridas escupen y me acuesto -y me levanto- rodeada de residuos y cenizas. Y me cubren y me asfixian y me pregunto por qué ahora tiemblan mis costados, costillas, rodillas y manos. ¿Por qué la ausencia está siempre presente vigilando? Ataca y hiere, como suele decirse "pincha por el pecho y hiere por la espalda". Fuimos mentira pero fuimos. Y no sé quién porqué alguien ha llamado a mi ser que dormía sobre mis brazos. Cansada estaba mi tristeza, mi decaimiento y melancolía por ese esperar algo que, no, jamás venía. Por eso aún con el alma entre mis manos me sacudía entera. Pero hoy a despertado y descansada ruge sobre cada orificio y cavidad.
Y temo que sea tarde
para volverme a domar.
Tú, además, no estás a mi lado. Vuelve la muerte en términos impíos y me seduce.
Tú no estás para equilibrarme. Tú. Nadie.
Sólo
la muerte
que sonríe
y me acaricia el pelo
y mece
cada roto
de mi alma.
Tú, que siempre has estado,
llévame fulgentemente
al paraíso prohibido que todos temen
al otro lado.
Toma
mi mano. Sé
mi amante. No, que ya lo somos,
celebra nuestra unión
estoy preparada
quédate, mientras (tras)pase,
conmigo.
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